Un artículo de Pablo González,
publicado en La Voz de Galicia el 12-11-2000. En el artículo el
ex-guarda José Manso Vázquez que asesoró a Franco en sus largas
jornadas de caña y sedal en los ríos gallegos, afirma, que
Franco
no era un gran pescador, pero que no le amañaban las capturas,
eso sí, reconoce que se acotaba el río
quince días antes de que llegara. Así los peces no estaban
avisados.
AQUELLOS VERANOS TAN
DEPORTIVOS.
...Y EL DE PESCA.
A José Manso Vázquez, en sus noches de
insomnio, su cerebro le regalaba la moviola de sus días de pesca
en Chelo. El reo que se le escapó en el último instante, el
salmón que se resistía a rendirse sacando las fuerzas de un río
transparente, la imagen de ir de piedra en piedra sin temor a
resbalarse... En las noches de insomnio de este pescador de
ochenta años también surge la figura de un tipo que hablaba poco
y pescaba bastante. José Manso tenía a su lado a ese tipo que
solía salir en el Nodo inaugurando pantanos, hablando a una
multitud en la Plaza de Oriente. Lo veía infundado en unas botas
de agua, concentrado en cada movimiento sospechoso en la
superficie verde esmeralda, buscando el torso plateado del rey del
río. José Manso, en sus tiempos de guardia, acompañó y
aconsejó a Francisco Franco en sus jornadas de pesca en el Mandeo, el Ulla y el Eume. Por las noches cuando el reuma por
haber pasado tanto tiempo en el agua fría le pasa factura, se le
aparece Franco a la orilla del Mandeo.
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José
Manso, con una de sus mejores
capturas de Salmón.
José Manso ayudaba a Francisco
Franco, en sus jornadas de pesca de salmón en Galicia.
En este artículo cuenta alguna de
sus historias.
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José hablaba del río como si estuviera en el,
mueve las manos como si un salmón escurridizo se le escapara de
los dedos. "Hace ya dos años que no pesco, pero no hay
día que no vaya al río. Me gusta ver como saltan los peces;
pescando los años pasaron como días". Frente a las
fotos de su padre con un salmón de nueve kilos, el hijo que
perdió hace tres años y que heredó su gusto por la paciencia en
las orillas, José Manso hace añicos el mito popular de un Franco
al que le amañaban las capturas. "Jamás le amarraban
los peces ni soltaban camionadas de salmones. Eso es
mentira". "Lo que si es verdad es que
quince días antes de que el anterior Jefe de Estado se asomara a
los recodos, en el río no pescaba nadie.". "Nos
llamaba el ingeniero y acotábamos la zona del río donde iba a
pescar". Como buen guarda, Manso vigilaba que nadie
pusiera en aviso a los salmones. "Hombre si yo voy a un
río donde nadie echó la cucharilla en quince días, no le digo
lo que pesco; los salmones están tranquilos y no están
avisados".
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José Manso con una
fotografía en la que está ayudando a Franco a pescar un
salmón.
A mí personalmente (al autor de
la www) que llevo pescando sobre 40 años en los ríos
gallegos me llama la atención que Franco pesque con traje
y corbata...sin duda tiempos aquellos...
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En la jerga de los guardianes de ríos, los
salmones no están escaramonados. La cucharilla es una novedad. No
hay sospecha. Pican como ingenuos. A Manso le apodan El Lindrín
porque su abuelo era mejor cazador que pescador, lider en atizar
golondrinas en un muro de Coirós que era un vivero de pájaros.
Cuando se encontraba con Franco el saludo del general siempre era
el mismo.
-Qué, ¿ dónde están los peces ?.
Durante sus vacaciones de agosto en el Pazo de
Meirás, Franco recurría al Lindrín porque sabía dónde estaban
los peces del Mandeo. Vaya si lo sabía. Podía verlos en aguas
turbias, en los recodos más oscuros, como un radar. "Muchas
veces iba a pescar con gente y les decía que en tal sitio había
salmones. Lo sé por el caudal del río y otras cosas. Conozco
todas las piedras del Mandeo".
Ellos se quedaban parados mirando con los ojos
bien abiertos las corrientes, con cara de anfibios incrédulos.
Pero solo veian agua.
Un día a Franco se le complicó la captura de
un reo, uno de esos enormes reos que antes circulaban en manadas
por el cauce del Mandeo. El pez estaba al lado de unos hierbajos,
en la orilla del río, y la técnica de pesca con mosca se ponía
complicada. Para que la mosca parezca una mosca, deslizándose a
vuela pluma por la superficie del agua, hay que ser un
profesional. "Franco sabía lanzar con mosca, pero no
lo hacía demasiado bien.". El reo estaba arrimado a
la roca, las hierbas se movian. Franco le dió la caña a José y
el pez picó. "Luego le devolví la caña para que él
lo pescara". Cuando por fin el reo fue capturado,
alguien del séquito comentó que era un buen ejemplar para una
foto. "Sí; el guarda le puso el cebo en la boca", dijo
el general.
"Franco hablaba poco cuando pescaba y
nunca le escuché una palabra de política",
recuerda. Pero hablaba lo justo. Cuando una vez la cucharilla se
le quedó enganchada en las raices de un árbol, un guardia se
ofreció voluntario para recuperarla.
-Vale usted más que la cucharilla, dijo el
general.
"Pero el guarda como quería quedar bien,
no le hizo caso, y se la entregó". Franco se enfadó
bastante y fue entonces cuando Manso se encontró por primera vez
con la cara dictatorial del personaje.
-Cuando doy una orden es para que se cumpla.
Y es que el Lindrín guarda la imagen familiar
de un abuelo. Un pescador cariñoso que dejaba que su nieto
Francis se le subiera a la espalda sin inmutarse en las largas
horas de espera entre los alisos. Aunque también recuerda los
fusilamientos que oía por las noches en su destino en un cuartel
de Tenerife. Y alguien tenía que dar las órdenes. Pero él no
pensaba en esas cosas cuando, un día antes de que llegara el
militar, iba al Ulla para comprobar si picaban los salmones.
Porque si la cosa estaba mala, se aconsejaba al general que no se
desplazara hasta el ríoo. En ese mismo cauce, un día de Semana
Santa, a un miembro de la escolta de Franco se le disparó el
arma. " No sé lo que pasó, pero sí recuerdo que el
general no se inmutó". Era uno de esos días en los
que Manso vio como el militar se cobraba hasta tres piezas de buen
tamaño, desde una de esas atalayas de hormigón que le construian
para que no tuviese que meterse en el río. "No se
metía en el agua porque ya no era un chaval y tenía miedo a
resbalar", comenta José Manso. "Franco le
tenía miedo al agua, pero ni se inmutaba con los tiros".
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Fotografía anterior.
José Manso ayudando a Franco a
pescar un salmón.
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El Lindrín era demasiado buen pescador para los
poderosos. Tanto, que le dieron un puesto de Guarda del Gobierno
para que no pudiera pescar. Hasta que pidió la excedencia, se
hizo taxista y tuvo que aguantar algún comentario de los
ingenieros, como él los llamaba, insinuando que Franco apenas
cobraba piezas en el Mandeo "porque el Lindrín lo pescaba
todo". Pero Franco no pescaba porque no tenía a nadie que le
dijera dónde estaban los reos. Ahora, José Manso tiene todo el
río para él. Pero prefiere ver a los peces saltar.
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Detalle de la
fotografía anterior.
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Nota :
para
que el internauta se situe en los tiempos que pescaba Franco los
ríos Ulla, Mandeo y el Eume , por los años 1950 - 1960 el
Ulla, por ejemplo daba al año sobre 300 salmones pescados con
caña , el Mandeo normalmente soltaba entre 30 y 50 salmones. Los
reos eran incontables y muy abundantes.
Hoy son un auténtico desastre estos ríos.
El Ulla (40 salmones) ya da pocos salmones y también el Mandeo
(5 al año es el cupo) y el Eume.
Estamos acabando con la riqueza de los
salmones en Galicia.
Un desastre al que no sabemos poner remedio.
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