Despues de Doñana
que! 04/06/1998. Tribuna libre. Cristina Narbona.
La rotura de la balsa de las minas de Aznalcóllar, con su
trágica riada de consecuencias todavía inciertas, debería suponer un punto de
inflexión en la política ambiental española y servir de referencia, incluso,
en el ámbito europeo. Lo sucedido en las instalaciones de Boliden podría repetirse en
numerosos puntos de nuestra geografía, a la vista de la incapacidad de los informes de
técnicos -supuestamente buenos profesionales- para detectar el peligro latente; y a la
vista, también, de la influencia de los medios humanos y materiales idóneos para la
vigilancia de este tipo de instalaciones por parte de las Administraciones. Para evitar
catástrofes semejantes, es necesario, en primer lugar, introducir con rigor las
exigencias ambientales en todas las actividades -no sólo las mineras- en las que se
generan residuos peligrosos, vertidos tóxicos o emisiones contaminantes.
Esto significa apostar, en serio, por la prevención y la reducción en origen de estas sustancias, anticipando en lo posible la aplicación de la Directiva europea sobre
prevención y control integrado de la contaminación (IPPC); si no se acelera su
puesta en práctica, los efectos de esta Directiva tardarán más de cinco años en
comenzar a sentirse. Las instalaciones mineras requieren, además, actuaciones de control
muy inmediatas.
El Grupo Socialista planteó, tras el debate del estado de la Nación, la aprobación
urgente de un plan de inspecciones para verificar las condiciones de dichas instalaciones
desde el punto de vista de las exigencias ambientales; dicha propuesta, junto con otras
que se mencionan más adelante, fue rechaza por el PP y por los grupos nacionalistas. Sin
embargo, el Gobierno aprobó hace dos semanas una actualización del inventario de
instalaciones mineras, que podría ser el primer paso para actuaciones posteriores como
las propuestas.
Asimismo, el Grupo Socialista ha propuesto la revisión de la legislación sobre residuos,
de forma que incorpore, con carácter general, medidas eficaces para potenciar la
prevención -impuestos específicos, mayor control de las empresas, publicación anual
obligatoria de informes de las empresas productoras de residuos peligrosos...- y, en
particular, medidas relativas a todas las categorías de residuos cuya competencia
estricta de control no reside en las autoridades ambientales -minas, residuos sanitarios,
residuos radioactivos...-. El objetivo debe ser el de evitar toda confusión a la hora de
equiparar los criterios ambientales en el tratamiento de cualquier tipo de residuos.
Otro ámbito preocupante es el de la dotación de medios humanos y materiales de
las Confederaciones Hidrográficas; en este sentido se ha solicitado -con
idéntico «éxito», de momento- la adecuada dotación de estos organismos con el fin de
cumplir eficazmente lo previsto en la Ley de Aguas. Hay que señalar que los
medios a disposición de las Confederaciones Hidrográficas han disminuido durante los
últimos dos años -según la ministra de Medio Ambiente, en aras de la reducción del
déficit público-, entre otras cosas mediante el fácil procedimiento de no cubrir las
vacantes derivadas de las numerosas publicaciones. Así, un guardia fluvial puede
verse obligado a vigilar 5.500 kilómetros cuadrados de dominio público
hidráulico -es el caso de la Confederación Hidrográfica del Guadalquivir-; o darse la
paradoja de que el Ministerio de Medio Ambiente se ha comprometido a restaurar el cauce
del río Guadiamar, sin que éste se haya deslindado, y, por lo tanto, con graves
incertidumbres sobre los límites legales de la propiedad privada en torno a dicho cauce.
Una última iniciativa socialista, por ahora rechazada en el Congreso, ha sido la
de la creación de una Fiscalía Especial de Medio Ambiente, reclamada por los
fiscales más comprometidos en esta materia. La aplicación del Código Penal de 1995, en
lo que se refiere al delito ecológico, se ve muy dificultada por las carencias de medios
idóneos y de criterios comunes que sufren las fiscalías especializadas en medio
ambiente: así lo señalan las últimas memorias anuales de la Fiscalía General del
Estado. Sin embargo, el PP votó también en contra de esta propuesta, argumentando que
los problemas detectados se irían resolviendo (?) sin necesidad de una Fiscalía
Especial.
Las propuestas comentadas forman parte de un paquete más amplio de iniciativas del Grupo
Parlamentario Socialista, algunas de las cuales se hallan todavía en estudio. Sin duda,
los resultados del informe del CEDEX sobre las causas de la rotura -que serán conocidas
en una próxima comparecencia del director de ese organismo ante la Comisión de Medio
Ambiente- servirán de orientación para perfeccionar éstas y otras propuestas.
Lo sucedido en el entorno de Doñana es lo suficientemente grave como para alertar
a todos -empresas, profesionales, administraciones- sobre los riesgos de minusvalorar el
medio ambiente; pero la responsabilidad de que no vuelva a suceder nada semejante debe ser
asumida, de forma prioritaria, por los partidos políticos con capacidad de introducir
reformas en la legislación y en el control de la aplicación de la misma.
Cristina Narbona es diputada y portavoz del PSOE en materia de medio ambiente y urbanismo.
Saír.